No llego cuando yo quise, mucho menos aviso, de su entrada triunfal; y como no me pilló sin fuerzas.
Primero apareció la punzada, después cientos de aleteos sonando a futura ansiedad, si ansiedad por algo que no tenía y ahora tenía miedo a perder.
Después llego la incertidumbre con la duda si dar el paso o no.
Y el miedo, aún peor, a que ella jamas se atreva.
Y aunque no es nada recomendable la velocidad en estos retos, después del primer beso, llegó el delirio en limusina.
Un lujo de dos que arden solidarios en el mismo colchón.
Más tarde la tormenta favoreció la calma y la ternura ganó por goleada, con mucho por decirnos todavía.
Quizás este sea un buen final o es posible que esta locura crezca hasta hacernos cuerdos.
No lo sé, tendrás que contármelo tú, aquí tienes dos Lineas en blanco, dale el final que consideres a esta historia quizás sea la tuya.
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